Unas Cartas Seleccionadas

de

Rev. Samuel Rutherford (1600-1661)

Estimado lector, aquí le presentamos algunos ejemplares de las cartas famosas de Samuel Rutherford. Estas cartas fueron escritas durante diferentes épocas de su vida, la mayoría durante su exilio en la ciudad de Aberdeen. Sus cartas han traído mucha inspiración, consolación, guía, y bendición a miles de cristianos desde la publicación de sus cartas en 1664, tres años después de su muerte.

Samuel Rutherford fue un erudito presbiteriano y un gigante teólogo durante la segunda reforma. Él fue participante principal en la famosa asamblea de Westminster y sus obras teológicas sobre la doctrina del gobierno presbiterianismo mostraron que en verdad el presbiterianismo es de Dios y fundamentado en la Palabra de Dios. Aunque fue profundo en sus obras teológicas, sus cartas y sermones muestran que también pudo escribir pastoralmente al pueblo común y con sencillez.

Sus cartas han sido un tesoro para los cristianos de habla inglesa, es tiempo de compartir tal gran tesoro al pueblo de habla española.

Sus cartas son breves, pero sobreabundan en palabras de ánimo y bendición. Cada una fue escrita a personajes de su tiempo compartiendo palabras de consolación, inspiración, y bendición. Y creemos que les compartirán lo mismo los que las lean hoy en día. Una frase muy breve de introducción será escrita antes de la carta. Estas frases no son partes de las cartas.



A una señora cristiana.
Carta #2


Anwoth, 23 de abril 1628

Señora,

Le traigo a memoria mi amor en Cristo para con usted. Ciertamente sentí gran dolor cuando me despedí de usted, mayormente por la gran pesadumbre de la muerte de su hija. Sin embargo estoy convencido que usted conoce que la parte más pesada de la cruz de Cristo que ha sido puesto sobre usted, yace sobre su poderoso Salvador. Isaías dice que en todas sus angustias Él es angustiado (Isa. 63:9). ¡O bendito Segundo1, que sufre usted! Y feliz que será su alma, cuando camine en el horno de fuego, con Aquel que es semejante al Hijo del hombre, quien también es el Hijo de Dios. Tome valor su corazón; cuando se canse, Él llevará su peso y la llevará a usted (Salmo 55: 22). Todavía un poco, y verá la salvación de Dios.

Recuerde la edad de su hija, ese fue el tiempo que se le concedió cuidar de ella. Si ella tuvo dieciocho, diecinueve, o veinte años, no lo sé, pero estoy seguro, viendo que su termino había llegado y que su cuidado por ella había acabado, no tiene motivos justos para reñir contra su gran Amo por tomar lo que es de El, en Su justo día determinado, más de lo que puede un campesino pobre quejarse cuando su dueño viene para tomar una porción de su propia tierra para él mismo, cuando el arrendamiento del campesino ha expirado.

Buena señora, si no se contenta que Cristo le prive de la herencia celestial, la cual es hecha suya por Su muerte, ¿acaso ese mismo Cristo no la considerará ingrata, si rehúsa entregarle su hija voluntariamente, que es parte de Su herencia y conquista? Mi oración al Señor es que le de todo lo suyo y que le de gracia de paciencia para que usted también le de a Dios lo que es de Él. Porque aquel es un deudor malo que regresa con rencor lo que él ha tomado prestado.

Claro está que ese préstamo de largo plazo como esa hija tan buena, una heredera de gracia, un miembro de Cristo (así lo creo) merece más gracias en las manos de su Acreedor, en lugar de que usted se entristezca y se lamente, cuando Él anhela lo suyo. Si lo piensa, creo que usted juzgaría aquellos vecinos ser ingratos, quienes le pagan una cantidad de dinero de esta manera.

¿Pero qué? ¿La cree perdida, cuando ella sólo duerme en el pecho del Todopoderoso? No la considere que está ausente quien está en la casa de tal Amigo. ¿Acaso se halla perdida para usted quien ha sido hallada por Cristo? Si ella estuviera con una amiga muy querida, aunque no la viera otra vez, su cuidado por ella sería muy pequeño. ¡Y ahora! ¿Acaso no está ella con un Amigo muy querido? ¿Acaso no se ha elevado más alto, a una esperanza ciertísima que en la resurrección la verá de nuevo, cuando (puede estar segura de esto) ella no estará enferma ni consumida en su cuerpo! Usted se lamentaría si fuese, o la tuviesen como una persona atea; y no yo, sino el apóstol (1 Tesa. 4:13) considera como personas ateas aquellos que no tienen esperanza quienes se entristecen demasiado por los muertos. Pero esto no es un reto de mi parte; hablo esto, solamente por temor de su debilidad; pues su hija fue parte de usted; por consiguiente, la naturaleza suya, por decirlo así, ha sido cortada en la mitad, y ciertamente le será doloroso. Pero debe regocijarse, en que mientras que una parte suya está en la tierra, una mayor parte suya está glorificada en el cielo.

Siga sus pasos, pero no la envidie; pues, ciertamente, es un amor egoísta de nuestra parte cuando nos dolemos de aquellos que mueren en el Señor. ¿Por qué? Por que por ellos no podemos dolernos, ya que nunca son felices hasta que han muerto; así que cuando nos dolemos, es por nosotros por quien nos dolemos. Preste atención, pues, en que al mostrar su cariño al dolerse por su hija, usted no termine doliéndose por usted misma debido a un cariño egoísta.

Considere lo que el Señor está haciendo en está situación. Su hija ha sido arrebatada del fuego y descansa de sus labores; y su Señor, en esto, la está probando, y llevando por el fuego. Avance por todos los fuegos hacia su reposo; y recuerde ahora que los ojos de Dios están sobre la zarza ardiendo con fuego pero no es consumida; y Él se alegra que una mujer débil como usted haga correr a Satanás y frustrar sus designios. Ahora honre a Dios, y avergüence a ese l león rugiente cuando se sienta débil.

¿Acaso alguien como usted desmayaría en el día de la adversidad? Traiga a memoria los días pasados. El Señor aún vive. Confíe en Él, aunque la mate [vea Job 13:15]. La fe sobreabunda en caridad y no cree que haya maldad en Dios. Ahora el Señor está poniendo, en una balanza, su sumisión de conciencia a Su voluntad misericordiosa, y por otro lado, su cariño y amor por su hija. ¿Cuál de las dos decidirá en cumplir? Sea sabía, pues; y como confío que ama a Cristo más que a una mujer pecadora, pase por alto a su hija, y bese la vara del Señor. Los hombres podan las ramas de sus árboles para que crezcan más altos. El Señor de esta manera ha podado sus ramas al tomar de usted muchos hijos, con el fin de que crezca hacia arriba, como un cedro del Señor, poniendo su corazón arriba, donde está Cristo, a la diestra del Padre. ¿Qué vendrá después? ¿Que su Señor corte el tronco después que haya cortado las ramas?

Preparase usted misma; está más cerca de su hija este día de lo que estaba ayer. Mientras consume pródigamente el tiempo en su luto por ella, usted se acelera tras ella para alcanzarla. Corra su carrera con paciencia. Deje que Dios posea lo que es suyo; y pídale, que en el lugar de la hija que Él le ha quitado, le conceda la hija de fe, que es la paciencia; y que la paciencia posea su alma. Levante su cabeza: no se da cuenta de que su redención está cerca. Así pues encomendándola al Señor, quien es capaz para confirmarla, me despido, con cariño y afecto su amigo en el Señor Jesús,

Samuel Rutherford

Anwoth, 23 de Abril 1628.

1Refiriéndose a Cristo, la Segunda persona de la Trinidad.

Traducido por:

Edgar Ibarra

Joel Chairez



A Marion McNaught
Carta #3

Cuando la esposa de Samuel Rutherford estuvo enferma

Marion McNaught fue nieta del vizconde Kenmure, casada a William Fullerton, Alcalde de Kirkcudbright. Fue una amiga cercana por vida de Rutherford. La manera en la cual él discute con ella las preguntas más profundas de la doctrina cristiana y la religión personal, además de los asuntos enredados de la Iglesia y el Estado, son evidencias suficientes de las dones y gracias excelentes de ella. Cuarenta y cinco cartas a ella quedan hoy en día.

el 17 de noviembre, 1629

Querida y amada hermana,

Si hubiera un tiempo de placerme, ruéguele al Señor por mí, ahora cuando estoy tan incómodo y tan lleno de pesadumbre, que no puedo sostenerme bajo la carga más. El Todopoderoso ha añadido en doble Sus llagas sobre me, porque mi esposa esta atormentada gravemente día y noche, que he pensado por qué el Señor espera tanto. Mi vida se me ha hecho agria, y temo que el Señor esta a mi contra. Es (como lo sé por la experiencia) duro de tener Dios en nuestra vista durante una tormenta, especialmente cuando se esconde, para la prueba de Sus hijos. Si le place de quitar Su mano, tengo propósito de buscarlo más de lo que he hecho. Benditos son que pueden ganar con sus almas. Tengo miedo de Sus juicios. Bendigo mi Dios que hay una muerte y un cielo celestial. Me fatigaría de comenzar de nuevo como cristiano, tan agrio es de tomar de esa taza que Cristo tomo, si supiera que no hubiera veneno en ello. Órale a Dios que no guié mi esposa a tentación. Infortunio esta mi corazón, que he hecho tan poquito contra el reino de Satanás en mi llamamiento; porque no le faltaría tratar de hacerme blasfemar Dios a Su cara. Creo, creo, en la fuerza de Él quien me ha puesto en Su obra, él fallera en lo que busca. Tengo consuelo en esto, que mi Capitán, Cristo, ha dicho, que tengo que pelear y vencer el mundo, y con un diablo débil, desposado, y sin arma, ‘el príncipe de este mundo viene pero no tiene nada para mi‘. Pídele al sr. Roberto que se recuerde de mí, si me ama. La gracia, la gracia sea contigo y todo los tuyos. Recuérdate de Sión. Mantenga firme lo que tienes que ningún hombre te quite la corona de ti. Que el Señor Jesús este con tu espíritu.

Desde Anwoth, el 17 de noviembre, 1629

Samuel Rutherford

Traducido por Edgar Ibarra




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