Artículos contra la Navidad

«El prelado, por su doctrina, práctica, ejemplo, y descuido, declara que él no tiene ni un tan reverente estimación del día de reposo. Él se entonta tanto sobre la observación de la pascua, y la navidad, y los días festivos establecidos por el hombre, que prefiere éstos al día de reposo, y ha hecho a nada nuestros ayunos solemnes y humillaciones benditas.» –David Calderwood, El Pastor y el Prelado. (1628).

LA NAVIDAD.

[Tomado de la REVISTA PRESBITERIANO REFORMADO, enero 1851.]



Éste es el nombre del día en la cual es deseoso de celebrar la idolatra sacrificio de la misa romana, en honor del nacimiento de Cristo. En tanto que se puede acertar ahora, el día fue primero puesto aparte para éste propósito por la autoridad del obispo de roma, hacia el cerrar del siglo IV, o temprano en el quinto.

Las razones siguientes se pueden designar por la cual no es religiosamente observada por los protestantes:

1. No reconocemos la autoridad de su designación. Si la observación religiosa de la navidad fuera divinamente puesto sobre nosotros, o si tuviéramos evidencia en los escritos de los apóstoles, que ellos lo observaron, o si ellos instruyeron a las iglesias cuales establecieron de hacerlo, pues estuviéramos obligados de observar el día. Pero como protestantes que somos, desde mucho tiempo atrás hemos abjurado la autoridad del papa de roma, y aún todavía repudiamos totalmente su derecho de legislar por nosotros, sea sobre nuestras conciencias o nuestra conducta.

Fue un principio esencial de la reforma, cual mantenemos de ser fijo, y el único principio cual pudo haber sido seguro, de rechazar cada cosa que parecía manifiestamente de haber sido de artimaña humana, y así de llevar la iglesia a un retraso, en ambos de sus doctrinas y sus prácticas, de la simplicidad incorrupto de los tiempos de los apóstoles. Pero a veces se pregunta, ¿Cuál posible objeción puede ver sobre la observación religiosa de Navidad? Ese principio saludable de la reforma, cual ha sido nombrado, es una objeción suficiente. Si comenzamos de agobiar a la iglesia son observaciones que no son apuntados divinamente, abrimos una puerta a una licencia universal, y ni un hombre tendrá idea cual será el fin. Pero todavía se urge, con demuestra que es más de una piadosa ordinaria, «Es muy apropiado de celebrar el nacimiento de nuestro bendito Salvador». Sí, por cierto—pero no es para nosotros de multiplicar observancias meramente porque se declara de ser apropiados. En un degrado menor, se mira apropiado de celebrar los nacimientos de Moisés, y Pedro, y Pablo, y muchos otros dignos. Si nuestro juicio de propiedad es de ser la regla, en veces de las Escrituras, no hay seguridad. Tenemos que adherir al principio de la reforma, y mantenernos por la palabra de Dios, sino de inmediato nos montamos en la carretera de la corrupción romana (de los católicos-romanos). Ese es un camino peligroso de andar, y la verdadera sabiduría es de mantenerse fuera de ello de completo.

2. Una segunda razón es, que no se sabe que Cristo nació el 25 de diciembre. Hemos visto un esfuerzo académico muy laborado y arrogante de probar que la navidad es el verdadero día de su nacimiento. Pero la verdad es, nadie sabe, y ni un hombre honesto pretende saber sobre cual día ese evento sucedió. En la iglesia griega es celebrado el sexto día de enero, y no vemos razón de suponer que éste no esta más cerca al día actual como el 25 de diciembre. Sin embargo, por consiguiente, si el día precisa se supiera, podríamos asentir tal vez a la propiedad de darle alguna nota especial sobre ello, no podemos ahora ver la propiedad de celebrando el nacimiento del Señor en un día sobre otra. Y esto, sospechamos, nos guía a la verdadera doctrina sobre esta tema —que la navidad se debería celebrar el don inefable de Dios todos los días en el año.

Si hubiera sido el designio de Dios que ese evento especial del nacimiento de Su Hijo debería ser memorializado en la iglesia por un día santa anual, Él hubiera tomado cuidado por su providencia que el día no fuera perdida. Fue su designio que el día en la cual Jesús resucito de los muertos, de ser observada como el sábado cristiano, y somos por consiguiente particularmente informados que ese evento sucedió en el primer día de la semana. Pero el historiador inspirado, en introduciendo el relato del nacimiento de nuestro Señor, no se acerca a una designación del tiempo que esto —«Y ACONTECIÓ en aquellos días,» y etc. Lucas 2:1.

3. Otra objeción a la observación de la navidad por la iglesia, es porque creemos que su apuntamiento original como un día festivo cristiano tan solo no era sin autorización pero malo.

Fue endosado entre las observaciones de religión, junto con muchas otras cosas, por la cual se puede imaginar ni una razón sino que un deseo de hacer una concesión con el paganismo. Los datos fuero simplemente estos. La sagacidad de la iglesia romana no tomo mucho tiempo de descubrir que el obstáculo principal en el camino de un aceptación fácil e universal del cristiandad, fue el desprecio natural del mundo del las doctrinas y practicas simples y puras de ella. El paganos antiguos del imperio* fueron muy odiosos de abandonar su sistema voluptuoso y carnal para una cual ofreciera tan poquito de regreso para satisfacer su apetito para su vanidad y indulgencia carnal. Para los Solámonos eclesiásticos de ese tiempo la idea ocurrió, que la obra de la conversión podía ser facilitada en rendir la cristiandad más atractivo en su forma, y más de acuerdo a los deseos populares. En una palabra, de hacer concesiones en el asunto, y llevando el evangelio por lo menos a la mitad en la obra de conformación, para satisfacer los idolatras reacios. Habían sido acostumbrados a templos magníficos, pomposos ceremoniales, un sacerdocio espléndidamente ataviado, y numerosos días festivos. Razonando, pues, como muchos razonan ahora, para la navidad, que es apropiado, y ni en lo menos objetable, los autoridades de la iglesia romana pensó que era altamente apropiado, y ni en los menos objetable, de para alterar y enmendar la sistema cristiana para así rendirlo más sabroso a la gente. No le acusamos de maldad intencional, sino con un error grave de juicio, en la cual no hubieran caído si hubieran tenido una reverencia apropiada de la palabra de Dios, y las ideas justas de la espiritualidad de la religión verdadera. Infelizmente, la doctrina ya había sido aceptado entre ellos que las Escrituras no eran la única regla de la fe y practica, y la espiritualidad de religión ya estaba totalmente perdida por la mayoría de sus profesores. Debajo tales auspicios la obra de enmendación avanzó rápidamente. Iglesias cristianas se hincharon a templos vastos y magníficos. En el lugar de los ritos sencillos y pocos de los tiempos apostólicos, ceremonias agostas e imponentes fueron multiplicadas. El traje modesto de los primeros predicadores se dejo a un lado para las vestiduras esplendidas del sacerdocio, y cada ocasión imaginable fue tomada para las pompas, las procesiones y los días festivos. Para hacer la transición aún más fácil para la gente, muchos de los festivos principales fueron apuntados en los mismos días que ellos habían tenido por costumbre para celebrar los festivos de la religión antigua, y fueron dirigidos de ser guardados con los mismo observaciones. Así fue con la navidad. Los romanos antiguos, en el fin de su saturnalia, cual comenzaba el 19 de diciembre, tenia el habito de celebrar en el 25 del mismo mes, su banquete en honor del nacimiento del dios Sol. En esa ocasión traían guirnaldas y ramas del árbol de hoja perenne del bosque, para decorar el templo y altares de su dios, y se juntaban tumultuosamente para concluir las orgías de saturnalia con un gran exceso de disturbio. Éste fue el día escogida para el banquete cristiana en honor del nacimiento de Cristo; y para que el cambio no mirará de motivación material, la práctica se mantuvo de adornar las iglesias con las ramas del árbol de hoja perenne, y de hacer la navidad, en conexión con el culto religiosa, un día de hilaridad especial; y así que ha llegado hasta el día presente—¡ la diversión, forlico, los árboles de hoja perenne y todo! —El Evangelista.




Los Árboles de Navidad.

[Tomado de la revista EL DEFENSOR DE LA REFORMA, junio, 1874.]



Ahora, cuando la mayoría de la gente saben por cual autoridad son «prohibidos de cazarse, y mandados de abstenerse de la carne,» para que en esto puedan alcanzar un degrado alto de piedad, creen que no ha peligro de su sujeción a tal esclavitud. No obstante es verdad que muchos, aún de los más cumplidos en la sociedad—especialmente las hembras, están de su propia voluntad poniendo sus cuellos debajo ese yugo amarga. En verdad, ni el papa ni padres terrestres de hoy practican un celibato forzado, como antes. La iglesia católica-romana no puede prevalecer con los magistrados civiles para ejecutar sus mandatos crueles en este y otros respectos, como en generaciones pasadas. Los truenos del vaticano ha ya dejado de hace tiempo de verificar la conciencia humana. Puede ser que no sea para siempre. Entre tanto, lo que roma no puede hacer por medio de coerción, ella todavía atempera de cumplir por ejemplo y lisonja. Una mente ignorante y una conciencia culpable constituyen un sujeto hábil sobre quien injertar la superstición; porque la superstición implica creencia sin evidencia, fe implícita, mero imaginación. Pero Dios requiere un «servicio razonable», tal como «la obediencia de la fe» (Rom. 12:1; 16:26). «Satanás engaña sutilmente».

¿De dónde viene «los árboles de navidad? Para la respuesta según la geografía, creemos que han sido importados principalmente de Alemania:—no habló de los árboles literalmente, sino la superstición asociada con ello. Hemos leído Las Ceremonias Papales de Inglaterra Entremetidas sobre la Iglesia de Escocia (por George (Jorge) Gillespie) en el siglo 17, y forzados de cumplirlo por una gentes renuentes por medio de penales eclesiásticas y civiles. En este «país libre» no necesitamos tal coerción; ¡con voluntad entretenemos estas observaciones supersticiosas y vanidades falsas! Es de cierto de estos árboles perennes no tienen el designio de conmemorar la entrada triunfante del Señor a Jerusalén, cuando «ramas fueron tiradas en el camino»; por la cual la navidad, el tiempo ficticio del nacimiento de nuestro Señor, es asociada con ello. En el personaje mítico de «Santa Claus», un nombre muy familiar a orejas juveniles, somos dirigidos afuera del tiempo de la cristiandad al tiempo de la idolatría pagana. Para hacer el cristianismo más aceptable a los paganos, sus ritos fueron introducidos dentro la iglesia. Cuando combinamos a Santa Claus, Cristo, y la misa, tenemos un epítome del papado; y así pues un caricatura de Satanás del cristianismo.

Pero se puede decir, «Estas asociaciones supersticiosas no son conectadas con los árboles éstas en las mentes de protestantes, y así pues ni un daño puede resultar; es solamente un mero caso de entrenamiento para los niños. ¿Qué sabe el mente juvenil o le importe cualquier cosa como tal sino los regalos, los dulces, y etc.?» Sin duda a los niños los dulces y otras tales delicias son parte de las atracciones. Pero esto es igual de verdad en otros tiempos. ¿Qué no los niños miran y oyen el excitación en la conducta y idioma de «los niños maduros», cuando se acerca, y sobre el día del festivo anual? Pues sí. ¿Y qué es que es de tanta animación a los adultos? ¿Es el nacimiento del Salvador del mundo? No, porque el fin de ese alegría con muchos, es la indulgencia en el alboroto y borrachera. ¿Hizo el lector alguna averiguación en los oráculos de Dios para ver si Cristo instituyó algún memorial de Su nacimiento? Tal vez sea que no. Pues, ¿apunto memoriales de Su muerte? ¡O claro que sí! Y nos podemos asegurar que Él, en Su sabiduría y amor, ha apuntado los memoriales más importantes y útiles para nutrir las gracias de sus discípulos—«hasta que Él venga».

El santo sábado o el Día del Señor, la santa cena, y el bautismo, son todos memoriales de su obra de redención, cumplida en su muerte, cual Él miro apropiado de apuntar: y siempre se va encontrar que ellos que evidencia un descuidado a estos, están muy atentos para patrocinar substitutos a ello. Ellos que consideran vanidades mentirosas rechazan su propia misericordia. La mente y corazón juvenil son más susceptibles a las impresiones profundas y durables; y cuando así entrenados de temprano y con el hábito a las observaciones supersticiosas, se hacen sujetos aptos para cultivación subsecuente por el sacerdocio romana.

Obsta principiis, resiste desde el principio, es una buena máxima o dicho aquí como en otras maldades; un máxima cual padres, ministros, y ancianos harían bien de ejemplificar.




TENIENDO FE EN LA NAVIDAD

[del DEFENSOR DE LA REFORMA, marzo, 1876.]



«Creemos en la navidad,» dice la revista El Congregacionalista de la edición de diciembre 23—«en las verdades que conmemora, en las festividades felices que vienen con ella,» y etc. Y un contribuidor a sus paginas se alegra que «el festival de la navidad se observa más que antes;» mientras lamenta que «en América no cantamos canciones para dar el bienvenido a la navidad, y que los niños no cantan villancicos navideñas,» como en los país de Europa. ¿Si, el apóstol Pablo, en la sociedad más erudita y refina en el mundo, le fue que «su espíritu se deshacía en él viendo la ciudad dada á idolatría,» quedaría su espíritu tranquilo, si ahora estuviera en el mundo, mientras «mirando las devociones» de los que profesan la cristiandad—sí, de protestantes zelotas—en todas las ciudades en América (incluso de la América Latina y España) durante los días navideñas? Creemos que el apóstol, como Lot, que «con ver y oír, morando entre ellos, afligiría cada día su alma justa con los hechos de aquellos injustos;» aún con sus adulterios espirituales más refinas, cuales son igualmente ofensivo a un Dios santo y celoso. 2 Pedro 2:8 y Apocalipsis 19:2.

«¡Crea en la navidad!» ¿Y por que no también, sobre la misma evidencia «infalible», creer en la misa de san Martín, la misa de las Candelas, y la misa de san Miguel? Y etc. ¡Mira tu calendario, hereje, y mira que lejos llegas aún de corto en observando «los festivales sagradas dadas por la autoridad de la iglesia católica-romana!» Tu observación de la pascua y la navidad no te absolverá en la confesional. ¡O, por tener el espíritu y el poder de Juan Knox hoy, para reprochar todos ellos que presuman declararse seguidores de él y los reformadores que al mismo tiempo celebran tales festivales de la iglesia de roma! [Absit blasphemia, iterumque absit.]

«Y había pastores en la misma tierra, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su ganado.» Lucas 2:8. Ahora, tal es el narración simple de tiempo y el lugar del nacimiento de nuestro Señor; y ellos tienen que ser despreciablemente ignorantes, o imperdonablemente malos padres, guardianes, maestros, o ministros, quienes tratarían de engañar niños crédulos; en induciéndolos de creer que pastores estaban en el pasto por la noche en la latitud de Judea, o que su rebaño encontraría pastura sobre el 25 de diciembre, —aún suponiendo que el festival papal fuera legitimo. La «fe» del Congregacionalista es más peor que la fantasía.

Traducido por Edgar A Ibarra Jr


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